domingo, 27 de marzo de 2011

Prohibición de los anuncios de prostitución en los periódicos


Recientemente se ha conocido que la Comisión de Estudios del Consejo de Estado ha emitido un informe sobre la posibilidad de prohibir los anuncios de prostitución en la prensa. “El supremo órgano consultivo del Gobierno”, como lo definen las leyes, ha resuelto una consulta planteada por el extinto Ministerio de Igualdad, a cuyo frente estaba  Bibiana Aído, hoy convertido en Secretaría de Estado e integrado en un ministerio batiburrillo como es el de Sanidad, Política Social e Igualdad, regido por la singular Leire Pajín. La conclusión de dicho informe es que resulta conforme a Derecho prohibir dichos anuncios y que lo más conveniente es que la prohibición se lleve a cabo mediante una Ley específica para ello.

Merece la pena leer el estudio (o dada su extensión, 59 páginas, picotear un poco de aquí y de allá) en el que los ilustres Consejeros de Estado realizan un análisis, por ejemplo, del tratamiento de la prostitución en el Derecho comparado y de diversa jurisprudencia española y comunitaria que ha resuelto algunas cuestiones relacionadas con la prostitución, algunas de ellas singularísimas. Estas ilustres personalidades, entre otros, Landelino Lavilla, Herrero de Miñón y Rubio Llorente, se apoyan en divertidas definiciones como la del concepto alterne: “la captación de clientes varones, mediante el atractivo sexual, al objeto de que consuman bebidas” (Sentencia del Tribunal Supremo de 14 de mayo de 1985). La definición habría resultado bastante más afinada precisando que las bebidas son, por lo general, alcohólicas y los precios exorbitantes, pero quizá los magistrados, preocupados por el qué dirán, no confiaron en la notoriedad de esos hechos y evitaron cualquier dato que pudiera interpretarse como resultado de un conocimiento directo de la materia. Quizá también por eso el Consejo de Estado hace prolijo uso de las citas en el informe de referencia, no vayamos a pensar que su fuente de conocimiento es la experiencia directa de los prohombres que lo componen.

Estoy de acuerdo en que resulta chocante, por decirlo suavemente, toparse con anuncios de prostitución en periódicos supuestamente serios y en cuyos editoriales y páginas de opinión se defienden valores como el respeto a los derechos humanos, la dignidad de las personas y la igualdad entre hombres y mujeres y otros grandes principios básicos de nuestro Estado de Derecho.

Más llamativo resulta aún que medios, como por ejemplo el ABC, cuya línea editorial coincide plenamente con la doctrina de la Iglesia Católica, no tenga inconveniente en mostrar en portada al Papa o una imagen de alguna procesión o una bucólica estampa familiar y, unas decenas de páginas más adelante, esos anuncios de prostitución (femenina, masculina y transexual) cuyos textos e imágenes se han ido volviendo, progresivamente, más explícitos y soeces. Tampoco parece encontrar contradicción El País entre su línea editorial, supuestamente defensora de la igualdad entre el hombre y la mujer y superadora del cliché de la mujer-objeto, y el hecho de hacer caja a diario con este tipo de anuncios. 

No discuto que esos anuncios conllevan para las mujeres y, a veces también para los hombres, cuyos servicios sexuales se anuncian, una degradación de su dignidad como personas, en cuanto se les reduce a meros objetos para el disfrute ajeno. Asimismo, esos reiterados y numerosos anuncios, hacen que quienes leen el periódico, incluidos menores de edad, perciban la prostitución como una profesión más, como un modo normal y lícito de ganarse la vida y, desde la perspectiva de potenciales clientes, que no encuentren nada deshonroso, inmoral, ni siquiera criticable, en recibir sexo a cambio de dinero.

Probablemente, sea bueno para el conjunto de la sociedad que desaparezcan de la prensa “seria” este tipo de anuncios —cuyo contenido como mínimo debiera moderarse por decoro—, aunque pasarán a la red, donde existen páginas específicamente dedicadas a este tipo de anuncios (incluido algún foro donde la comunidad de clientes valora los servicios recibidos e intercambian sus impresiones al respecto, como en las páginas sobre turismo). Pero no puedo ocultar que empieza a darme miedo tanta prohibición y tanto marcarnos como debemos comportarnos. Si voy en moto, debo llevar casco. Si es en coche, el cinturón de seguridad. Ya se prohíbe fumar en todos los bares y restaurantes, aunque lo quieran el dueño y todos los clientes, así como sobrepasar los 110 kms./h. en autovías y autopistas porque el Gobierno nos dice que hay que ahorrar combustible, un combustible que no me paga el Gobierno, sino que me lo pago yo e incluso le pago mucho dinero al Gobierno por los impuestos que lo gravan. Suenan voces que piden la prohibición de los menús hipercalóricos de las cadenas de hamburgueserías. ¿Dónde y cuándo parará la espiral de prohibiciones? ¿Acabaremos viviendo una vida insoportable por una falta total de libertad derivada de miles de normas dictadas con el bienintencionado fin de protegernos de nosotros mismos?

Me pregunto qué pensarán tantas y tantas protegidas sobre la protección que tantos salvadores quieren dispensarles. Me pregunto cuántas prostitutas que ejercen voluntariamente su profesión pueden perder su sustento o, cuando menos, parte de sus ingresos, si esta medida va adelante, o cuántos periodistas o intermediarios de publicidad irán a la calle por la desaparición de estos anuncios. Y, sobre todo, me pregunto qué sociedad es ésta —qué tipo de personas somos— en la que conviven reparos morales a este tipo de anuncios y que acepta, sin auténtico reproche moral, el aborto (115.812 abortos en España en 2008) o que en el mundo convivan las fortunas superlativas con la muerte de millones de personas por hambre o por falta de agua potable. Las contradicciones morales no se dan sólo en los editores de prensa…

Por otra parte, los anuncios de prostitución descubrían al lector adolescente (hablo en pretérito imperfecto porque hoy día todo se cuece en Internet) una realidad muy compleja y contradictoria. Le abrían los ojos a un mundo de gustos, a veces, raros, muy rebuscados o pervertidos. Un mundo donde unas personas están dispuestas a hacer la pura voluntad de otras por dinero. Un mundo donde por dinero se incurre en la más flagrante contradicción con los principios que se proclaman. Un mundo donde lo prohibido no lo es tanto y donde lo supuestamente marginal resulta que está bastante generalizado. Todo ello componía un mundo sumamente imperfecto, pero real.

La prostitución, como el aborto, van a seguir existiendo por siempre jamás. Otra cosa es si algunas conciencias se quedan más tranquilas así y se creen que limpian por el hecho de esconder la suciedad debajo de las alfombras.

Informe de la Comisión de Estudios del Consejo de Estado

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