sábado, 11 de febrero de 2012

Plenilunio (Antonio Muñoz Molina)

Reseña, comentario, recensión o crítica de la novela "Plenilunio" de Antonio Muñoz Molina, publicada en 1997 (editorial Alfaguara). 


Plenilunio, novela de Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén 1956), publicada en 1997, funde con maestría el relato y la reflexión, la acción y el pensamiento. Es mucho más que una historia de crímenes. Mucho más que el relato de su investigación por un inspector de policía, personaje principal de la novela y del que no llegamos a conocer nunca el nombre. Es una historia realista en la que el crimen y el criminal están desprovistos de los atributos de brillo, interés o inteligencia con que suelen ser adornados en nuestra imaginación y en muchos relatos. Lejos de ser un bello arte, como alguna vez se ha considerado en la literatura, el asesinato puede ser cutre y el asesino un pringado. Es la constatación de que el criminal no es alguien distinto en apariencia de los demás. Es alguien que está entre nosotros, alguien con quien te puedes estar cruzando a diario y cuya condición de criminal no puede ser advertida ni en su rostro, ni en su mirada, ni en su voz. La víctima y el crimen mismo pueden ser prácticamente un producto de la casualidad, una mezcla de azar y arrebato. El asesinato en que no hay relación previa entre víctima y asesino es con frecuencia algo que podría haber sucedido o no y que no responde a un plan perfectamente trazado por quien lo comete. Por cada víctima hay probablemente unas cuantas personas que podrían haberlo sido y que ignoran por completo lo casual de que sigan vivas, que desconocen la azarosa combinación de circunstancias, a veces, el acaecimiento de un hecho nimio, trivial, aparentemente irrelevante, inadvertido para todos menos para el asesino y que les salvó del sufrimiento y de la muerte.  


Habitualmente la literatura, como también ocurre con la ley, aborda el crimen desde la perspectiva del asesino, tiende a la despersonalización de la víctima, a darle una consideración cercana a la de cosa, a olvidarse de ella. Esta novela tiene la virtud de enfocar el crimen principalmente desde la perspectiva de la víctima, de hacernos partícipes de la atroz experiencia de ser asesinado, de la temprana pérdida de la vida por una fatal casualidad. Ocurrido un asesinato, la víctima tiende a ser olvidada rápidamente y la atención de todos se centra en el asesino, en la averiguación de quién ha sido, en la explicación de su conducta y en su castigo. Todos contribuimos al cruel olvido que rodea pronto a la víctima. Sólo sus más allegados sienten el vacío que su ausencia deja en el mundo. Plenilunio es en alguna medida una inteligente denuncia de esa injusticia, un alegato tácito, la única forma literariamente tolerable, contra esa lógica de las cosas que no es producto de una decisión consciente o deliberada de nadie, ni de la maldad del género humano, pero que se produce siempre, inexorablemente. Plenilunio nos enfrenta a esa hiriente  realidad, mira con piedad y ternura a la víctima y lucha contra su olvido con las modestas armas de la literatura, transmitiendo esos sentimientos al lector.     

Antonio Muñoz Molina despliega en esta narración, una vez más, sus excepcionales dotes para la observación, tanto de lo humano como de lo físico, de las personas y del entorno en que se desenvuelven. En esta novela adquiere también carácter de protagonista una pequeña ciudad española de provincias de una época que, sin quedar totalmente precisada, cabe situar en los años ochenta, probablemente a comienzos de esa década. El lector se ve transportado a los ambientes, la música, los lugares, los objetos que rodean a sus protagonistas y, sobre todo, llega a penetrar en su psicología, sus relaciones amorosas y familiares, sus vidas profesionales, sus motivaciones, sus conflictos, sus frustraciones, sus placeres, sus logros, sus anhelos, sus sentimientos. Observamos en los personajes los grandes cambios que se van produciendo paulatinamente en lo que las personas esperamos de la existencia según vamos cumpliendo años, pasando etapas y las cosas nunca resultan tal y como quisiéramos, ni como nos las habíamos imaginado, el desvanecimiento de las ilusiones y al mismo tiempo la necesidad de seguir encontrando siempre estímulos para seguir adelante. En sus páginas se contempla la vida y el mundo desde los ojos de una niña, de un anciano, de una mujer de mediana edad, de un policía, de un criminal, de las víctimas, de sus familias y de los ciudadanos anónimos más o menos ajenos a los hechos. Leyendo Plenilunio uno se siente la víctima, el asesino, el inspector que pugna por descubrir quién es, la profesora de la víctima, la esposa del inspector, el anciano sacerdote que había sido profesor del inspector en sus tiempos en el internado, etc. La capacidad de ponerse completamente en la piel de personajes muy distintos, de crear personas completas, complejas, con muchos matices, verosímiles y no meros arquetipos o bosquejos de seres humanos es otra de las grandes virtudes literarias de Antonio Muñoz Molina.

El narrador es a veces alguien que observa desde fuera y otras veces son los propios protagonistas, sin que haya violencia en ese salto, sino que el relato fluye con naturalidad. Hay fragmentos de una fuerza narrativa sobrecogedora en que el lector se hace uno con quienes sienten el miedo en carne propia e interioriza las secuelas, las marcas que deja el terror en quien ha estado a punto de morir violentamente o en quien tiene que convivir a diario con la posibilidad de ser asesinado y se ve forzado a vivir en permanente alerta, con la sospecha de ser observado, acechado, de que ahí fuera hay quienes querrían verlo muerto. El lector vislumbra el terror y el sufrimiento que pudo llegar a sentir quien fue asesinado, lo que pudo llegar a pasar por su mente. Al mismo tiempo, sin incurrir en idealizaciones, hay en Plenilunio una cierta mirada poética del mundo y de la vida. Se aprecia la trascendencia de lo común, de lo cotidiano, la importancia de tantos detalles aparentemente irrelevantes. El escritor nos hace ver lo que muestran o esconden las miradas, los gestos, el tono de voz, los silencios y las palabras. La prosa es muy precisa y las escenas violentas están hábilmente dosificadas. No elude lo sórdido y escabroso, pero tampoco se deleita en ello.

Aunque Sefarad (reseñada en este mismo blog) me pareció una obra más ambiciosa y lograda, una pieza de orfebrería literaria en la que Antonio Muñoz Molina ha combinado primorosamente la novela, el ensayo y la confesión, es probable que Plenilunio les resulte más atractiva a quienes buscan en las novelas una trama y su correspondiente desenlace, algo de intriga e incluso alguna que otra sorpresa, todo ello narrado con innegable talento y, sobre todo, mirado con su excepcional capacidad de observación y de penetrar en el interior de las personas, en ese reducto íntimo que a veces es confuso para nosotros mismos.


En definitiva, Antonio Muñoz Molina ha logrado en Plenilunio un buen equilibrio entre acción y reflexión, una obra que probablemente resulte más que aceptable para quienes buscan valor literario y no huyen de la complejidad y que, al mismo tiempo, puede resultar atractiva para un público bastante amplio. 

Aunque me temo que ni por esas convenza a los que buscan una rápida sucesión de hechos a ritmo trepidante, con mínimas descripciones, sin reflexión ni profundidad, con una prosa anodina, ni tampoco a los amantes de historias de santos griales, teorías conspiratorias universales, intrigas vaticanas, apariciones de la virgen, predicciones apocalípticas, manifestaciones de espíritus de ultratumba o similares, gustos que como suele decirse de las sentencias judiciales, con mayor o menor sinceridad, "respeto, pero no comparto".

Foto: Antonio Muñoz Molina y su esposa, Elvira Lindo, también escritora. (http://antoniomuñozmolina.es/album/

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